sábado, 14 de febrero de 2015

Un nuevo enfoque

Muy buenas:

Os doy las gracias a todos los que habéis leído mis escritos a lo largo de todos estos años.

Hoy empiezo una nueva aventura llamada fotoesía y para ello he creado un nuevo blog al que espero que os acerquéis, os suscribáis y lo difundáis entre vuestro conocidos, seguidores, amigos, etc, etc.

En esta nueva aventura podréis realizar comentarios y seré yo personalmente quien os conteste.

Espero que os guste. Un saludo. José Vicente Sanfélix.

El nuevo blog:

https://segunsanfelix.wordpress.com

jueves, 15 de enero de 2015

BREVE HISTORIA DE LA HISTERIA

Las autoridades lo tenían muy claro: Pensar no es bueno para la sociedad y gritar es una buena manera de no hacerlo. Se prohibió el silencio, nadie podía callar, ni siquiera hablar en voz baja, sólo gritar. Las calles se convirtieron en un murmullo desesperado, las plazas y los parques se reconvirtieron en puntos de desunión donde la locura fluía hacia un descontrol “in crescendo”;  los animales huyeron. Por la noche miles de vehículos automáticos y vacíos recorrían la ciudad provistos de sirenas insaciables. Todo era ruido. En las viviendas se instalaron sensores de silencio que se activaban a la mínima pausa emitiendo alaridos desgarradores. Dormir ya era cosa del pasado.

El éxito fue rotundo, la gente dejó de pensar y la cosa funcionaba pero no duró mucho: Un día se acabaron las palabras igual que se acaba el aliento sin previo aviso. La gente no sabía qué decir, se olvidaron los nombres de las cosas y la comunicación se redujo a los gestos: En las tiendas se señalaban los productos deseados, los importes aparecían en pantallas similares a los turnos de las oficinas de empleo, las reclamaciones, como siempre, por escrito. Se arrancaron los sensores y se inutilizaron las sirenas. Los animales no volvieron y el silencio absoluto dio paso a la reflexión.

Un día, en cualquier sitio, alguien no pudo soportarlo más y lanzó un grito tan amargo como necesario. La policía no dudó en disparar.

martes, 28 de octubre de 2014

VERSOS PARA ISA

Por la sonrisa de cada mañana,
por ese segundo justo antes de abrir los ojos,
por esa paz y esa gloria que respira junto a mí,
por la ilusión con la que observas cada nueva ocurrencia...
… Y por esas piernas.

Por esa piel que no dejaría de acariciar,
por los huevos que atesoras,
por esa falda que tú sabes, por aquellas botas que sé yo.

Por todos los días que me faltan para seguir queriéndote,
por ese cuello que me impide ser vegetariano,
por cada baile, por cada beso… Y por tu arroz al horno.

Por un número inconfesable de almohadas,
por la letra de diez o doce mil canciones que me recuerdan a ti,
por esas risas que no paran de brillar y por esos sueños que precisan de un viaje entre tus brazos.

Porque siempre has estado, por llorar conmigo,
por luchar con tanta fuerza y por dormir con tantas ganas.

¿Que por qué te quiero?
Muy fácil: Por nada en general y por todo en particular.

viernes, 4 de julio de 2014

Estos días azules

Estos días en los que tu silencio se llena de sonrisas a mano alzada
tras el asombro sin sombras de caricias que llego a respirar,
con la mirada de quien mira a cada momento por primera vez todo el rato.
Estos días en que el llanto es también la distancia de un vistazo
y la magia, sin ser aún magia, se filtra entre las hojas verdes
que se vuelven amarillas siguiendo siendo verdes,
esos pasos que descubres al sentarte de reojo
y esa mano que persigue en cada cajón el derecho de ver qué hay allí donde ya no queda nada.
Esas ganas de verte, ese tiempo que se me escapa mirándote,
estos días azules y este sol de la infancia.

viernes, 26 de julio de 2013

CHIU CHIÚU

Eran las 20:30 horas cuando apenas faltaban diez minutos para que irrumpiera la magia en el Amsterdam Arena, el 31 de Julio de 2006, uno de esos días en que se establecen referentes.

Ocho meses atrás, en Castellón, tomábamos mi primo Eduardo y yo un relajado gin tonic en el Terra, un buen garito de conciertos en Castellón, donde asistíamos a un pequeño homenaje a los Beatles, bastante tranquilito, por cierto, con motivo del aniversario del asesinato de John Lennon. Hablando de los Beatles, dijo Eduardo en uno de los momentos más inspirados de su vida, a mí a quien me gustaría ver realmente es a los Rolling´s. Sí que molaría (vaya expresión más cutre), pero molaría más en Ámsterdam para que la cosa fuera ya el no va más, añadí. Segundos después se produjo el trato: si podemos nos vamos. A lo largo de la vida le estrechas la mano a muchas personas; la de esta ocasión ya forma parte de una historia irrepetible.

Cuando el último rayo de sol entra a través del techo de cristal del Amsterdam Arena y el sol se oculta definitivamente por el horizonte del gol oeste, eran las nueve menos veinte, la luz que viaja con él se descompone en millones de minúsculas gotas que flotan y se desplazan lentamente por todo el estadio produciendo una alucinación visual difícil de olvidar. Yo no he visto nada igual; es soñar con los ojos como platos. Sus satánicas majestades estaban esperando la llegada del crepúsculo para dedicarse a sus asuntos una noche más.

De repente se encendieron dos edificios de cinco plantas separados por una pantalla de unos veinte metros de lado. Una guitarra, suenan los acordes de Jumpin´ Jack Flash. Señoras y señores, eso sí, en inglés, con ustedes The Rolling Stones.

En la vida hay momentos más especiales que otros. Yo éste no sé si llegaré a asimilarlo del todo. Cuando sonó As tears goes by me acordé mucho de Loren; no paré de llorar en toda la canción con una sonrisa de oreja a oreja. No sé todavía por qué fue con esa canción, no es especialmente una canción que me gustara mucho, ni a Loren tampoco, pero después de ese día no podré volver a escucharla sin acordarme de él y de uno de los momentos más especiales de mi vida, llorando sin tapujos, consciente de que según todos los cánones a esa sensación se la conoce con el nombre de felicidad.

Antes de empezar una de las canciones, Keith Richards, que es el puto amo, se adelantó unos pasos, se acercó al micrófono y dijo: “Chiu, chiuúu”; el público contestó: “Chiu chiuúu, chiu chiuúu, chiu chiuúu”. Más de cincuenta mil personas durante casi un minuto no pararon de repetir ese chiu chiuúu que da entrada a Sympathy for the devil, mientras en la pantalla de veinte metros de lado aparecían signos diabólicos en negro y rojo. Todas las luces del estadio pasan a ser rojas; Mick Jagger aparece con una chaqueta roja que es para verla; salen fuegos artificiales desde el escenario y desde fuera del campo; el público enloquece y Eduardo y yo nos sentimos en el infierno como en casa, aún recuerdo su cara mirándome. Satisfaction cierra el concierto. Unvelibable.
La vida es muy dura, pero a veces los sueños se cumplen para darle sentido. Please to meet you.


José Vicente Sanfélix.

sábado, 13 de abril de 2013

HIJO MÍO


Volviste de una estela que no paraba de soñarte,
arrepretujado entre las tripas de mi amada,
llorando como todos y mirando ya como ninguno,
sin el miedo que  precede al asombro constante,
casi con prisa.
Con tu hambre, desesperada,
con tus manos y pies grandes y todo tú pequeño,
con cada gesto que te inventas
y con cada mano que te comes.
Me miro con tus ojos y me desafío a cuidarte,
pequeño renacuajo dormilón,
historia de hace poco que me va llenando de otra vez la vida.
Será duro y lo sé,
desafíos espero, lucharé,
te quiero. 

lunes, 4 de junio de 2012

DE BIEN NACIDOS


 Para Juan Manuel Vera Selma

Ya apuntaba para calvo en 1987, con esa mala hostia que tienen los calvos cuando sólo piensan con la calva, con ese vozarrón de quien ha nacido para doblar al más intenso de los actores y con esa chispa de locura que no puede dejarte indiferente.

Nuestro primer encuentro fue en 1986, en 3º de B.U.P., en clase de valenciano, una de esas asignaturas que tú considerabas una “maría” y que Juanma obviamente no. Ese año tuvimos nuestros más y nuestros menos y la cosa no acabó de cuajar excepto con las chicas, que siempre van delante en estas cosas en general y en todas las cosas en particular.

Y pasó el tiempo. Pasó un verano y pasó una mañana; y llegó C.O.U., ese curso en el que descubres lo maravillosas que son las mañanas de dormir y lo intensas que se vuelven las noches… de tanto estudiar. Y entonces cambió todo. Ese año Juanma daba Lengua y, en C.O.U., eso son palabras mayores. 3 horas a la semana, libraco sin una sola foto y exámenes de esos que te tienes que currar tanto el aprobado que parece que por debajo de 7 vas a suspender.

Y en medio de todo eso estaba él, un chaval de 26 o 27 años que, a fuerza de hablarnos y hablarnos, consiguió que no quisiéramos dejar de escucharle nunca.

La importancia de las palabras reside, en gran parte, en aquella persona que las pronuncia, pero hay más. Las palabras por sí solas tienen como objetivo expresar exactamente lo que queremos decir, pero hasta llegar a ese momento antes has de saber lo que quieres decir y, por supuesto, cómo decirlo. Esto, que parece tan sencillo, hay gente que no lo llega a entender nunca, y quizás sea porque no hayan encontrado a alguien como Juanma, que prefiere hablar cuando tiene algo que decir y que sabe escuchar cuando ve que tiene mucho que aprender.

Llenar el tiempo con palabras nos aleja de ese silencio necesario que debe acompañar a nuestros pensamientos y posteriores acciones. La reflexión es siempre silenciosa, como la calma o la paz,  y precisa, como todo lo realmente importante de esta vida, del mayor de los tesoros: El tiempo.

Y pasó el tiempo. Unos ya se habían ido a Ibiza, otros nos fuimos a Italia y muchos se fueron con él de copas. Finalmente casi todos nos dimos cuenta de que difícilmente nos volveríamos a encontrar con una persona tan especial y decidimos mantenerle cerca, dejándole hablar y notándole escucharnos. Y teníamos razón: No hay muchos seres tan especiales ni tantos de los que puedas aprender tanto bueno.

Y pasó el tiempo, y después de 25 años, hoy, que tenemos la posibilidad de hablar mientras nos sigues escuchando, aquí nos tienes, querido maestro, para darte las gracias por enseñarnos a hablar… y por enseñarnos a callar.

De todo corazón.

jueves, 15 de septiembre de 2011

- CUENTO PARA ÁNGELA -

En cierto lugar de no se sabe dónde, en un valle entre montañas de piedras blancas y árboles de hoja azul, viven los únicos Pegasos que quedan en la Tierra.

Un Pegaso es un caballo alado, sin duda alguna el animal más bello que se pudiera imaginar, toda una exaltación a la estética imaginativa de la madre naturaleza.

Los hay de dos colores: o son todo blancos o son todo negros, y del  cruce de uno blanco con uno negro sale indistintamente negro o blanco. Pero ellos se ven entre sí de color oro, se observan con esa luz que desprende el más humano de los minerales y acuden allí donde brilla esa luz para buscar a quien se pierde.

Los Pegasos, por si no lo sabías, son los corceles de las princesas y sólo ellas pueden montarlos. El tercer viernes de cada mes cientos de ellos salen volando al amanecer para recoger a sus princesas y llevarlas a la Isla de las Princesas, que así es como se le conoce, pues su nombre real sólo las princesas lo saben, porque nadie más ha estado allí.

Vista desde arriba tiene forma de cloerno, que es como un mistagio pero con mucha más envergadura. Y vista desde abajo es como un beso en la mirada.

Hay un lago entre dos montañas. La montaña de la derecha eleva un cortado vertical que se pierde entre las nubes. La pared es de color rodeno, una especie de rojo apagado, y presenta ciertas grietas transversales de las que mana sin cesar agua sobre el Lago de las Violetas, que debe su nombre precisamente al color de sus aguas, una maravillosa trampa de la luz y sus reflejos. Sin embargo el agua que cae dulcemente sobre el lago adquiere un tono plateado, ofreciendo a los ojos de las princesas lo que se conoce como “lluvia de plata sobre el lago de las violetas”.

La montaña de la izquierda es una ladera inmensa de tulipanes de todos los colores que te puedas imaginar y quizás de alguno más; digamos que esa ladera es la puerta de entrada porque cuando los Pegasos llegan a la isla todos se sitúan arriba de la ladera de los tulipanes de colores y la bajan al galope para que sus princesas disfruten del olor y de sus colores a la velocidad del viento. Abajo hay una pequeña playa donde las princesas se pueden bañar tranquilamente entre la lluvia de plata sobre el lago de las violetas y la ladera de tulipanes de colores. La vista es magnífica, dicen que sobre todo al atardecer porque es el momento del día que más brilla el agua y más huelen los tulipanes. Muchas de las princesas confiesan haber llorado de alegría.

En una ocasión, cuenta la leyenda, llegó a la isla un barco pirata que a causa del temporal había perdido el rumbo. Al bajar a tierra firme contemplaron estupefactos a dos Pegasos, uno blanco y otro negro, que estaban comiendo hojas frescas de un árbol; éstos, al ver a los piratas, huyeron hacia el lago a prevenir a los demás y a las princesas del peligro que les acechaba. Rápidamente cada princesa subió a su Pegaso y salieron volando sin ser vistos rumbo hacia sus castillos, todas menos una que acababa de descubrir lo divertido que era tirarse rodando por la ladera de tulipanes y no se había dado cuenta de lo que estaba pasando.

Ningún Pegaso, pase lo que pase, abandona a su princesa, es cuestión de amor. Y así sucedió que al no encontrar a su princesa un Pegaso negro quedó a la espera de ella con tanta preocupación que cuando se dio cuenta ya había caído en una trampa que le habían preparado los piratas y se encontraba atrapado dentro de una gran red en forma de saco que lo mantenía colgando de una rama de un gran árbol que daba sombra a un trocito de playa, junto al lago.

Como auténticos bucaneros sin piedad pretendían llevarse al Pegaso a las Islas del Caribe para venderlo al mejor postor, pero los piratas aún pensaban que había otro Pegaso, El blanco, y no podían dejar pasar la oportunidad de atraparlo también para así duplicar su botín, así que se pusieron a buscarlo durante largo rato, sin éxito alguno, pues el Pegaso blanco ya se había marchado con su princesa sin ser visto. Cuando por fin se dieron por vencidos regresaron a la orilla de lago de las violetas para transportar al Pegaso negro al barco y zarpar con él rumbo a las Islas del Caribe.

Pero justo en ese momento apareció la princesa que había descendido rodando por la ladera de los tulipanes de colores. Llevaba un vestido blanco salpicado con pétalos de colores. Su olor era el de la magia y su sonrisa reflejaba la felicidad más tierna. Llevaba en la mirada esa luz que desprende la inocencia maravillada, y sus pies, descalzos, parecían acariciar la Tierra a cada paso.

Los piratas, al verla, se quedaron mudos, con esa cara de tonto que te deja el encuentro con la belleza, e inmediatamente sintieron correr por sus venas y por primera vez su sangre enamorada, con esa velocidad inusitada que te pone a temblar y que no te permite articular ni una sola palabra, con esa inexplicable sensación que reduce el mundo únicamente a tu piel hasta ese punto en que una pequeña brizna de aire consigue estremecerte.

¿Qué hacer? De todos es sabido que cuando un pirata se enamora se olvida hasta de su condición de pirata y se convierte radicalmente en hombre enamorado. Sólo hay dos cosas en este mundo por las que se mueve un pirata: por riquezas y por amor; para la primera de ellas se someten a las leyes de la piratería, para la segunda terminan incumpliéndolas todas.

Se hallaban nuestros bucaneros, por tanto, en una situación crítica ya que todos y cada uno de ellos se había enamorado profundamente de la princesa y como bien es sabido los hombres no comparten sus amores sino más bien todo lo contrario, así que llegados a este punto no cabía esperar más que la lucha encarnizada para ser el único merecedor del amor de su princesa.

Fue entonces cuando la princesa, tranquila y sosegada, les habló:
“Estoy escuchando vuestros corazones, creedlo, y me conmueve todo ese amor sin límites que sentís hacia mí, pero también huelo vuestra ira y vuestro odio y eso me llena de dolor. ¿Cómo podría yo enamorarme de un hombre que en nombre de El Amor utiliza todo su odio para conseguirlo? ¿Creéis acaso que de este modo alcanzareis la paz necesaria para repartir vuestro amor? Mirad............”
Y así les estuvo hablando durante largo rato hasta que comprendió que ya tenían suficiente. Lo supo por sus miradas, por ese brillo interminable que desata el amor por sí mismo, desprendido de toda circunstancia, completamente libre.

Calló la princesa y sobrevino el silencio. Ahora todo era perfecto: la lluvia de plata con su musicalidad acariciada, la ladera de los tulipanes de colores despidiendo su olor más intenso, y el atardecer más bello del mundo sobre el lago de las violetas. ¡Ohhh, quién pudiera verlo!

Los piratas, en silencio y de uno en uno, se adentraron en el lago sumergiéndose bajo sus aguas violetas y desapareciendo. Cuando se sumergió el último de ellos quedó el lago en completa calma y cesó repentinamente la lluvia de plata dejando en silencio toda la isla; sólo la caída del sol y el suave viento dejaban constancia del movimiento de la Tierra.

La princesa se sentó delante del lago, con los pies entre la arena y con los brazos abrazando sus rodillas, y se impregnó de todas y cada una de las sensaciones que acompañan a la magia cuando calla. Fue en este maravilloso momento cuando surgieron del lago de las violetas decenas de Pegasos, blancos y negros, que comenzaron a volar por encima del lago. A su paso volvía a brotar la lluvia de plata por cada grieta y el batir de sus alas componía un hermoso cantar de viento enamorado.
Eran los piratas que se habían convertido en Pegasos, y lo habían hecho por amor, porque a través de las palabras de la princesa comprendieron que para alcanzar el verdadero amor, primero deberían compartir el suyo.

Y así, desde entonces y por riguroso turno, el tercer viernes de cada mes va uno de ellos a recoger a su princesa para galopar junto a ella por la ladera de los tulipanes de colores y observar a su lado el más bello de los atardeceres.

El Pegaso negro de la princesa fue liberado por sus nuevos hermanos y como muestra de agradecimiento se convirtió en su instructor de vuelo y cartografía. Hasta tal punto respetaban a su hermano y honraban su acto de lealtad para con la princesa en los momentos más difíciles, que fuera el Pegaso que fuera a por la princesa, siempre le concedieron el honor de ser él el que la devolviera al atardecer a su castillo.

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

lunes, 11 de julio de 2011

- MAN OF THE MATCH -

Para José Miguel Palazón, un tipo fantástico.

¡Va a pitar, va a pitar y… final!
11 de julio de 2010, Johannesburgo, Sudáfrica, un poco antes de las once de la noche. Domingo.
La selección española se convierte en campeona del mundo de fútbol (cuesta creérselo) ante Holanda por 1-0, gol de Iniesta en el minuto 116 tras una jugada empezada por él mismo con un pase de tacón y culminada con un derechazo a pase de Fábregas (Cesc).
1984, diciembre, un sábado por la mañana; tenía que hacer un examen con el padre Arnedo, de matemáticas de 2º de B.U.P., concretamente de trigonometría. Justo después de aprobar el examen cogí un autobús hacia Mislata donde debutaba con el Inter Sport, un equipillo de chavales de 14 y 15 años que soñaban al fútbol como todos y que lo jugaban más o menos mal. Perdimos 2-0 pero la noche anterior, horas antes de pisar un terreno de juego por primera vez, con botas de tacos recambiables y con camiseta naranja, pantalones y medias negros, ya soñé con levantar la copa del mundo después de haberle clavado un “rosco” a Brasil, por la escuadra y de chilena.
Unos meses antes nació un chaval que 26 años después haría realidad mis sueños. ¿Mis sueños?
Su rostro al final del partido era el de toda la felicidad posible reflejada en una sola cara, la más sentida alegría, la que te hace reír con motivos y sin vergüenza alguna… cuando de repente ese chaval se giró hacia el vídeo-marcador del estadio Soccer City y leyó: MAN OF THE MATCH: ANDRÉS INIESTA.
Y se puso a llorar (¡coño, lloré yo!) con la misma alegría que había reído, como ese niño de 8 años, Miguel, que había visto el partido con nosotros y que al acabar, sin saber porqué y sin poder evitarlo, se puso a llorar y a llorar abrazándonos a todos, como si hubiese aparecido su nombre en ese vídeo-marcador, como si él llevara toda la vida soñando con marcar ese gol.
Poco después le preguntaron a Iniesta: “Andrés, ¡vaya gol!” A lo que respondió con esa mirada de quien ha conseguido su sueño y el mío: “¡No ha estado mal!”.
Quizás no vuelva a pasar y poco importa ya. Si dentro de 26 años sigo vivo, alguna noche seguro que soñaré con esa otra cuando fuimos los mejores… y marqué ese gol que nos hizo campeones del mundo.

sábado, 4 de junio de 2011

- LOS ESCURZONES -

Escurzón: Culebra de agua de tamaño recatado y de tacto insospechado. Frío y lejano, como desterrado, inofensivo, temido y acosado. Se desliza sobre la tierra sin apenas rozarla y a velocidad de vértigo, como si le quedara aire para un solo segundo, y bajo el agua es todo armonía.
Se alimenta de todo tipo de insectos despistados y le encantan las pipas y los quesitos de bola, toma el sol boca abajo y duerme mientras hace la digestión, a veces semanas enteras, a veces no más de treinta segundos, dependiendo de la pieza cobrada.
Antiguamente se le consideraba un animal casi sagrado, tanto que se trazaron las sendas a imagen y semejanza de sus andares, escurzoneando las montañas de pueblo a pueblo para despistar a las águilas culebreras, entonces escurzoneras, evitando así su fatídica extinción.
Cuenta la leyenda que los escurzones podían alcanzar una longitud igual a la profundidad del pozo en el que vivían, llegando incluso a superar los cincuenta metros de eslora en los tiempos de María Castaña, mucho antes de que los pozos se empezaran a enrunar, momento en el que la evolución editó su edición de bolsillo para reducirlos a su tamaño actual, no más de cincuenta centímetros de cabo a rabo.
Como grupo musical “los escurzones” no pasaron de una fama casi endémica, con la única excepción de Iriberri, un pequeño pueblo navarro de menos de 10 habitantes, muy cercano a la Selva de Irati, al que iban a tocar todos los veranos y donde se comen los chuletones más grandes que yo haya visto. Con la típica formación blusera (guitarra, bajo y batería) sus componentes eran: José Andamio “el culebrilla”, Condomino “el anacondo” y Segisprieto “la cobra”, tres baturros con cara de pocos amigos y con una tripa en la que cabía una sandía de 15 kilos sin tocar aro. Sacaron dos discos: “Corre, corre, que me ahogo” y “Fanáticos de la hibernación”, dos obras maestras según sus autores y dos obras desconocidas según el resto del mundo. A día de hoy no queda ningún ejemplar “y casi mejor” nos recalca Segisprieto, único superviviente del grupo.
Como equipo de fútbol, “los escurzones” no llegaron a jugar ningún partido oficial, ni siquiera suboficial, pero verles entrenar era una auténtica gozada, un verdadero privilegio y un inequívoco milagro, pues casi siempre coincidía el entreno con la partidica de guiñote y, amigo, lo primero es lo primero y de lo segundo nunca se acuerda nadie.
Como coche deportivo el Escurzón hizo verdaderos estragos, sobre todo al nivel de vallado de campos y señalizaciones varias. “Es como si tuviera un imán, no se deja una” sentenció la revista “Carros y Carretas” CyC para sus lectores más cursis. No pasó de prototipo pero en sus dos sesiones de prueba llegó a acumular más de trescientos mil euros en desperfectos y más de dos millones en indemnizaciones.
Y para finalizar no quisiera despedirme sin ese guiño que el poeta lanzó para aquel que lo quiera entender:
¡Ay, escurzón, escurzón!
Quién pudiera, ¡quién!
¡Ay, escurzón, escurzón!
Quién supiera, ¡quién!

Ahí queda eso.

sábado, 21 de mayo de 2011

- JORNADA DE REFLEXIÓN -

Un día, no se sabe muy bien cómo, perdimos la imaginación y encontramos la soledad. Cabizbajos seguimos caminando hacia adelante sin mirar al horizonte, suponiendo que seguiría ahí siempre, infinito, inacabable, ahora invisible. Dejarse llevar es dejar de llevarse, perder el control de todos y cada uno de tus pasos en beneficio de un mal común lleno de silencios sin miradas y de palabras sin alma.
La verdad, que jamás existió, aparece nítida en primera persona, confundiéndose el yo con el nosotros o lo que es lo mismo, el número con los números, pues nuestras “propias ideas” cada vez más son las ideas de otros, tan diferentes a las ideas de los otros que parecen la misma idea.
La libertad de expresión es una farsa, un maquillaje de última generación que nos quita las arrugas para sentirnos jóvenes a los 50. Ya es verano en primavera y hay un día para cada cosa como hay un santo para cada mal. Los libros engordan de manera exponencial pero son devorados a destajo, los discos no pasan de once canciones y los hijos denuncian a sus padres.
Como hablo sin pensar hablaré mucho, como no escucho oigo voces y como no me da la gana no pienso ir a ninguna parte. Soy tan listo que gano dinero y soy tan tonto que no encuentro tiempo. Si al menos pudiera imaginar otra cosa…

sábado, 7 de mayo de 2011

- SIN TÍTULO Nº 3 -

Camino entre la palabra distante
buscando descifrar en cada verso
el sentido del que fuera universo
de una lucha desigual y punzante.

Presiento una fuerza desgastada
rozando con despecho la locura
de un gesto que despierte la ternura
de otra tarde por siempre apelmazada.

Escribo, describo, a veces miento,
descargo con violencia el desapego
hacia aquello que más que menos siento.

Por eso, aparte de exigir, ruego
el día que me inunde el desaliento
dejar la tierra vestido de fuego.

martes, 19 de abril de 2011

- SIN TÍTULO Nº2 -

Para Yolanda Puchades, por esas caras de sueño que echaré en falta
sábado sí, sábado no… y por esa sonrisa. Salud y suerte.

Y no me refiero a esos días callados que abraza la lluvia en su encanto
ni a los largos tramos en que vivimos para lo que no importa.
Sostenía situaciones encontradas entre el saber y el no estar harto,
entre las lágrimas que disimulas y la certeza de un por si acaso,
entre el bien y el bueno bien entre otras cosas:
Volver a dormir sin quererlo, jugar a reírse de todo,
comer con los ojos cerrados, soñar con las manos abiertas,
sufrir tan sólo lo justo, pensar a borbotones o a saltos,
girar hacia atrás la sonrisa y nunca trabajar hasta caerte muerto.

miércoles, 13 de abril de 2011

- SIN TÍTULO Nº 1 -

Para siempre ya nada o más bien poco,
los momentos escasos de otros muchos ya extinguidos
o las sonrisas escapadas entre voces.
La tierra permanece pero las palabras y los detalles se irán
pues no se hereda ni el pulso acelerado ni los vientos que se beben.
La mirada fue siempre intransferible, más aún si a ti te mira,
mucho más si llegara a acariciarte.
Y así se esparce de reojo lo vivido, tantas veces sin pensarlo, todas ellas sin remedio.
La vida.

martes, 5 de abril de 2011

JOTA A FUENTES

A mi padre, que me enseñó a lo largo de toda su vida
a poder escribir esto.


Fue la tierra de mi padre,
con ella siempre soñó.
Fue la tierra de mi padre.
Vio soñar él a su padre
y con ella sueño yo.

Que no me hablen de otras aguas
que tengan mejor sabor,
que no digan que en la Tierra
alguien respira mejor.

Los momentos más felices
que acierto a recordar yo
en tus brazos me tuviste,
tú estás en mi corazón.

Fuentes, te debo la vida,
porque mi vida empezó
una buena mañanica
que tu sol me despertó.

José Vicente Sanfélix (hijo).

martes, 29 de marzo de 2011

PLATILLITO Y BOMBONET


Esta es la historia de Platillito y Bombonet, dos gatos, uno a rayas y otro a cuadros, que se dedicaban a dar conciertos de trompeta y violín por todos los callejones de la ciudad. Platillito, experto en instrumentos de viento, había llegado de una gira mundial con la filarmónica gatuna de cañas con agujeros y troncos huecos a tuti plen, con la que iba de solista de turuta, una especie de trompeta de una nota y si me apuras mucho de dos: Tu-rúuuuuu, tu-rúu, tu-rúuuuuuu. Había probado peces de todos los rincones del mundo, algunos los había pescado él mismo, como aquella vez que atrapó a un pez volador en vuelo rasante o aquel pez globo que previamente había pinchado de un zarpazo y que no paró de hacer burbujas hasta que se quedó literalmente planchado.
Estuvo afincado unos meses en Jartum, allí donde se une el Nilo Blanco con el Nilo Azul, ese lugar donde incluso los gatos, que tienen más vista que ningún animal en el mundo excepto el águila y otros muchos, no llegan a divisar la otra orilla, pero más de uno ha dicho que conoce a un amigo que tiene un abuelo que afirma que no la hay, que es un río con sólo una orilla, que al otro lado termina el mundo y empiezan los cuentos, y que todo es bastante diferente. Un buen día se encontró una trompeta que alguien se había olvidado en un ascensor que ni subía ni bajaba, más que nada porque estaba en medio de una selva que se convirtió en un desierto lleno de agua, y comenzó a tocarla a modo de turuta pero sin conseguir sonido alguno. Él sabía que no sabía tocarla, pero  lejos de desistir a las primeras de cambio se tiró soplando y soplando tres días seguidos únicamente parando para comer, para beber, para dormir y para afilarse las uñas. Sopló y sopló, y aún sopló más, hasta que otro buen día le arrancó una nota por fin, luego supo que era un “la”, y empezó a saltar y a dar volteretas de contento. Medio mareado ya decidió que iba a dedicar toda su vida a sacarle a ese instrumento las más gatunas melodías de todos los tiempos.


Y fue entonces cuando apareció otro buen día por Sudán la filarmónica gatuna de cañas con agujeros y troncos huecos a tuti plen, y se unió a ellos para aprender todo lo que hiciera falta para llegar a tocar la trompeta en las mejores condiciones. Tras el concierto en el mítico callejón de las raspas en Jazirat Tütti, a orillas del Nilo Azul, se embarcaron en un barco que les llevó directos a la India donde, después de mucho preguntar y casi nada de entender, llegaron a su nuevo destino, Shivaji Park, al oeste de Mumbai, cuatro días antes del que ya se conoce como el “Shivaji Park Cats Concert”, una maravilla del jaleo ante más de cien mil gatos extasiados a más no poder. El concierto duró dos días con sus noches y nadie se acordó de grabar ni un solo tema, ni de tomar ni una foto ni nada de nada; hay quien dice que tal concierto jamás se celebró pero Platillito asevera haber estado allí tocando y no hace mucho más de cuatro años, aunque no fija fecha concreta.
Los ecos del éxito llegaron hasta China donde realizaron una larga y agotadora gira en el país de las letras dibujadas: Kunming, Guiyang, Nanning, Guangzhou, Fuzhou y Hangzhou fueron algunas de las ciudades que se rindieron ante su música, y para cuando llegaron a Shanghai Platillito ya tocaba la trompeta como ningún otro gato la había tocado: al revés. Los conocimientos de la trompeta aplicados a la turuta le convirtieron en turuta solista, incluso se atrevió a interpretar composiciones suyas, de entre las que destacaba sobremanera la inmediatamente popular “Shanghai para qué”, con la que dejó dormidos más de una hora a un cuarto de millón de gatos. Aquel concierto pasó a la historia como “El tremendo de Shanghai”. Platillito fue nombrado gato predilecto de la ciudad y en su honor se levantaron estatuas de terrones de azúcar de cinco pisos sin ascensor y se acuñaron monedas conmemorativas.
Había tocado techo. La filarmónica tenía firmados conciertos para cuatro vidas consecutivas: Japón, Australia, Nueva Zelanda, las dos Antillas, todo Chile de arriba a bajo y media Argentina; mucho más de lo esperado y, la verdad, todos en general y Platillito en particular estaban cansados de tanto dar tumbos de aquí para allá. Era el momento de descansar y no hacer otra cosa. Les dieron 6 meses de vacaciones, Platillito eligió Nueva Orleans para sus vacaciones y jamás volvió a cruzarse con ningún otro miembro de la filarmónica gatuna de cañas con agujeros y troncos huecos a tuti plen; desapareció un referente pero nació un mito.
Nueva Orleans se convirtió en su nueva casa. Después del Katrina la ciudad aparecía como el nuevo paraíso de los gatos: miles y miles de casas derruidas, abandonadas y abiertas se iban convirtiendo en pequeños locales para músicos callejeros y gatos frioleros donde Platillito se dejaba caer día sí, día tampoco, para escuchar  jazz, la música que le cambió su segunda vida. Sin hombres la vida es mucho más sencilla: te levantas por la noche y te acuestas por la mañana, al solete del alto de una valla o en el tejado que más te guste. La comida resuelta y el baño difícil completaba el idílico mundo del que no quería escapar por nada del mundo, de hecho para Platillito Nueva Orleans fue la gran escapada, el período más feliz que recuerda, el lugar donde iba a conocer al amigo del que ya no se separaría nunca. Fue en una de esas casas que hacía pocos meses estaban a ambos lados de un callejón inmundo en los que da gusto tocar; de repente un sonido le hizo temblar hasta las uñas de emoción: ¿Qué estaba sonando tan dulcemente, qué era ese sonido que le invitaba a dormir diez horas del tirón, qué clase de trompeta suena así?
Ninguna trompeta puede sonar como un violín, supo más tarde, pero como aún no lo sabía cogió su trompeta y la hizo sonar como nunca antes ni después haya sonado. Poco a poco fue siguiendo la melodía del violín hasta encontrárselo de cara: ¡sonaba sin soplarlo!
Bombonet era el violinista más gordo y más viejo de toda Nueva Orleans, pesaría unos 40 kilos y aún así flotaba en el agua, ¡era bárbaro! No paraba de contar historias de antes del Katrina: “eran otros tiempos, ahora se vive mucho mejor”. Juraba que había nacido en el Bourbon Street Blues & Boogie Bar, en Nashville, Tennessee, y que había llegado hasta Nueva Orleans flotando por el río Mississipi: “No es fácil flotar en el Mississippi, amigo, de hecho no es fácil flotar, el único problema que le veo es que no se puede flotar río arriba. Nunca volveré a Tennessee, pero quién quiere irse de una ciudad en ruinas”.
Bombonet era un gato en blanco y negro, digamos que a manchas pero limpias… y arrugadas, tanto, que de lejos, incluso de bastante cerca, parecían cuadrados; disponía de un par de árboles en Jackson Square a los que nadie se atrevía a subir por miedo a encontrarse con él, y le cedió el que menos le gustaba a Platillito porque así decía que podían ponerse a tocar cuando quisieran sin ser molestados, pero no imaginaban siquiera lo mucho que les iban a molestar.
Por las mañanas se acercaban a Royal Street, paralela a la calle Bourbon y donde se encontraban los cubos de basura del Brennan´s, un lujoso restaurante donde va ese tipo de gente que siempre se deja algo en el plato por poco que pongan, el lugar perfecto para desayunar cena de ayer. Después de un buen desayuno no hay nada como una mejor siesta arriba del árbol, cada uno en el suyo, de unas tres o cuatro horas, no más, antes del ensayo diario. El primero que se despertaba, que solía ser siempre Platillito, empezaba a calentar instrumento y terminaba despertando a su amigo, refunfuñando como de costumbre antes de empezar con el ensayo, por llamarle de alguna manera, porque lo que allí se producía era una jam session en toda regla ya que los temas eran inventados y no siempre tocaban el mismo los dos, dependiendo de la inspiración y de la sordera matutina de ambos. Las voces las ponían unos vecinos jilgueros y bastante gamberretes que intentaban imitar sin mucho éxito a Louis Armstrong, claro, con esa voz de pito se parecían más a los Bee Gees que al maestro de la voz inigualable a la par que indispensable. El blues se reservaba para los cuervos y alguna que otra grulla con afonía.
Estaban bastantes horas componiendo de sopetón lo que les venía a la cabeza y sin censura alguna sobre el estilo musical: piezas como El vals del vencejo, Katrina blues o El pasodoble de la calle Bourbon así lo demuestran. Era un no parar, y eso para un gato es más que suficiente, puede que hasta demasiado. Eso sí, en el momento se cansaban dejaban los instrumentos y se iban de juerga tres o cuatro días y luego se tiraban durmiendo una semana del tirón, menos el rato del desayuno en Brennan´s, claro, al que no faltaban ni un solo día, llámales sibaritas si quieres, ellos lo llaman “la inspiración del artista”.
Y así pasaron los meses en Jackson Square, violín y trompeta, preparándose para una gira mundial, “sin pies ni cabeza world tour”, a la que pronto tendrían que hacer frente. En Nueva Orleans dieron un total de ciento treinta conciertos, todos ellos en la misma plaza, desde los dos mismos árboles y a la hora que les parecía. La falta de horarios favoreció la intimidad pero no el descanso; continuamente, a cualquier hora, había público expectante y preguntón: “¿Cuándo empezáis, ya habéis terminado, cómo es eso? ¡Levantaros ya, gandules!” ¡Lo que faltaba! Era hora de cambiar de aires.
Platillito y Bombonet abandonaron Nueva Orleans una fría mañana de enero para embarcarse en una nueva aventura rumbo a Dublín, Irlanda, una de las cunas de la música. La expectación en el puerto era total; miles de gatos, con sus violines, recibieron a nuestros músicos con viejas canciones celtas y la cerveza negra casi se agotó a las pocas horas. En Dublín tocaron con todos y cada uno de los grupos de la ciudad, cada día en un barrio, cada barrio en un callejón, cada callejón un éxito. Con “Los chulitos de Maryland” hicieron muy buenas migas y diez conciertos para el recuerdo, todos ellos numerados al azar. Con “The Cattains” grabaron el “Live at Prussian St.”, un histórico callejón por su acústica, dicen que la mejor de toda Irlanda, y tantos y tantos otros eventos en una ciudad que jamás les olvidaría.
En Dublín aprendieron, además de música, casi todo lo que un gato puede enseñar sobre la lluvia. Fue después del concierto número 15 con “los chulitos de Maryland”, que realmente era el tercero, pero como los numeraron al azar… Uno de los asistentes era nada más y nada menos que Declan McCourt, uno de esos gatos que llegan a cumplir los veinticinco sin saber muy bien cómo. Según Declan todo era cuestión de comer a gusto, de dormir más a gusto todavía, y de disfrutar de la lluvia fina. Era todo un compendio de sabiduría en cuanto a formas de llover; las clasificaba en cuatro grandes grupos: La lluvia despechada (esa que en vez de caer parece que la están tirando), la lluvia hinchada (de gotas muy gordas), la lluvia fina (típica de casi todos los días en Irlanda) y los chaparrones, más propios de finales de verano. Afirmaba  Declan que cuando llueve, sea como fuere, todas las gotas son iguales, pues cada momento requiere de un volumen de agua suficiente y necesario para caer al suelo y cuando lo alcanza se precipita sin remedio en forma de gota. Concretamente las gotas de lluvia fina van muy bien para los gatos, por lo menos los irlandeses, ya que dice que protege su pelo y favorece la desaparición de las “uñas de gallo” tan típicas en los gatos de avanzada edad.
Pasaron los meses y en Dublín no dejaba de llover. Platillito estaba más flaco cada día y Bombonet no paraba de engordar. Tenían pensado viajar a París a una jam sesión que se iba a celebrar en el cementerio de Montparnasse  a finales de julio pero antes tenían una actuación a la que ni querían ni podían faltar: El “Beatrixpark Spring Concerts”, en Amsterdam, un parque rodeado de calles con nombres de músicos (Wagner, Beethoven, Schubert…) y donde cada cinco años se celebraban conciertos de música clásica a lo largo de dos semanas enteras con invitados de todo el mundo. Allí que se fueron a mediados de junio y su concierto fue el primer martes después de no comer; los nervios, ya se sabe. Interpretaron seis piezas seis, tres para flauta y violín y otras tres para violín y flauta, entre las que destacó sobre manera “El letargo del cocodrilo del Nilo” compuesta por Platillito y en la que Bombonet se marcó un solo de violín de hora y cuarto, durante el cual se le fueron rompiendo cuerdas hasta quedarse con una sola los últimos 10 minutos. El público, engatusado, rompió a llorar de emoción al final de la pieza y Bombonet no salió a hombros del Beatrixpark porque nadie se atrevió a intentar levantarlo, pero por nada más, estuvo sencillamente genial: lloraron, durmieron incluso maullaron como locos los más de cuatrocientos asistentes. Al terminar el concierto se fueron a dar una vuelta por la ciudad mano a mano, bueno, garra a garra para ser más exactos, y de camino a Liedseplein se les apareció la más nostálgica de las sonrisas al pasar por  Leidsekruisstraat y leer: “Bourbon Street, Jazz-Blues Discotheek”. De repente les vino a ambos aquellos exquisitos sabores del Brenann’s que tantas y tantas veces paladearon a su primera hora de la mañana de cada día que pasaron en Nueva Orleans y algo, no mucho, llegaron a entristecerse. No duró mucho la morriña pues si algo tiene Amsterdam es que cuando estás allí no quieres estar en otro sitio. Y para colmo de los colmos uno de los bocados favoritos de los amsterdanianos son los arenques ahumados, el sum sum corda de cualquier gato que así se haga llamar. Conocido por su generosidad para con los pequeños felinos es el dueño de un puesto justo al lado del mercado de las flores, Hans, más conocido por Miau de tantas veces que le son agradecidos sus donativos en forma de raspa o cabeza, o ambas cosas.
Si eres un gato en Amsterdam, lo mismo da si sois dos, hay dos lugares en los que uno se siente como en el mismo paraíso: Vondelpark y Rembrandtpark, muy cercanos el uno del otro, siendo más tranquilo el último y más musical el primero, y donde cerca de uno de sus pequeños lagos hay un árbol caído con las ramas con forma de dedos largos y retorcidos en el que  de cuando en cuando Platillito y Bombonet tocaban a sus anchas… y a sus largas.

El único problema que le veían a la más sonriente de las ciudades que habían conocido era la cantidad de veces que podía llover en un día, cuatro o cinco veces, llegando incluso a perder la noción del tiempo: “¿Todavía es hoy?” Y se miraban desconcertados sin hallar respuesta el uno del otro, no cayendo en que siempre es hoy por muy largo que se haga.
Los meses pasaron, a París no llegaron a ir y salvo alguna que otra salida a Rotterdam se afincaron definitivamente en un pequeño parque al lado de Albert Cuyp Market, donde cada día menos los domingos, a las cinco de la tarde se ponían morados de las sobras de los puestos de comida del famoso mercado: “Aquí sobras no faltan” solía decir Bombonet tumbado a rebosar en cualquier banco del parque.
Actualmente siguen en Amsterdam. Si tienes suerte puedes verlos actuar en Vondelpark los viernes o los sábados por la noche no muy tarde. A veces tocan solos y otras con un coro de patos enloquecidos con el góspel. En cierta ocasión estuvieron ambos pensando en trasladarse a algún otro lugar más soleado del planeta, pero como bien dijo Platillito: “Toco cuando quiero, como cada día y es difícil que una bicicleta me quite las tres vidas que me quedan”.
Sale el sol en Amsterdam y una nueva mañana invita a seguir durmiendo. Quizás dentro de un rato les despierte la suave lluvia de una tarde de verano, o quizás sea Bombonet quien se arranque con las notas de “Sometimes I´m happy” que tanto y tanto le gusta a Platillito cantar y que le hace soñar con todas las aventuras que un día escribirá en un cuento parecido a éste.
Para Isa.

lunes, 21 de marzo de 2011

APRECIACIONES SOBRE LAS MARIPOSAS

De repente a una flor se le ocurrió que podía volar y surgió de ella una
mariposa, la primera de las mariposas, el primer ser vivo que sobrevoló
la faz de la Tierra, el ser más libre y solitario de todos.

Y se fue a bailar con las flores, no entre las flores sino con ellas al compás
del canto de mil gorriones, gorrión arriba, gorrión abajo, que habían
brotado de mil nueces de un mismo nogal que habían pensado a la vez
en la más que probable posibilidad de poder volar y cantar en un coro en
sus ratos libres. Las nueces tienen forma de cerebro porque no paran de
pensar, lo que no piensan es que el que realmente piensa es el nogal, ellas
sólo hacen los cálculos.

Pero estábamos con las mariposas, bueno, con la mariposa, la única. Poco
le duró; ocurrencia tal se les antojó a varios miles de millones de flores
que una tras otra se fueron convirtiendo en mariposa a la imagen y
semejanza de sus pétalos cubriendo el cielo de colores irrepetibles,
innumerables e inverosímiles, algo así como estar roto... y además dentro
de otro.

A los gorriones les dio por comer semillas y a éstas también se les ocurrió
que podían volar... y surgieron las ardillas, porque las semillas no vuelan,
es el aire el que las transporta. Como todo el mundo sabe hay semillas
que pueden ser transportadas a cientos e incluso a miles de kilómetros;
hay quien dice, eso sí sólo unos pocos, que hay algunas que pueden llegar
a dar un par de vueltas a la Tierra, por lo que no es de extrañar que crean
en la posibilidad de poder volar, de hecho las ardillas no vuelan pero
casi. Y comen bellotas. Las bellotas son tan precavidas que por si acaso
pudieran volar han desarrollado casco, pero no pueden volar; pero pueden
derretirse. Cuando una bellota se derrite se une al derretimiento de otras
bellotas y se transforman en un tablero de ajedrez junto a las avellanas,
que se derriten ya peladas.

¿Cuánto tiempo pasó entre la invención de un tablero de ajedrez y la
aparición de las fichas, un día, un año, un porrón de años? Nadie lo sabe,
lo que es seguro es que no pasó una eternidad porque sólo hay una. Ahora
bien, el tema del ajedrez quedará para otro cuento porque éste va
sobre mariposas.

El secreto de la belleza de las mariposas está en sus ojos, los suelen tener
preciosos pero ellas siempre se quejan de ser admiradas por su cuerpo:
Sólo son alas, dicen, nada comparable a la mirada de una mariposa. Y
tienen razón... ¡Pero quién comprende a una mariposa!

Las mariposas sueñan con que mañana haga sol y a veces son felices;
otros días llueve y aprovechan para darse una ducha; y otros días está
nublado y se van debajo de un nogal a ver si convencen a unas nueces
para que se conviertan en gorriones y les canten unas jotas.

Actualmente hay tantas mariposas diferentes que juntándolas a todas, con
la fuerza de su aleteo, habrían evitado el hundimiento del Titanic aunque
lo hubieran fabricado de granito. No hay dos mariposas iguales como no
hay dos piedras iguales; es una probabilidad tan remota que es posible
que ya haya pasado; pero no importa, o es anecdótico o es industrial.

Están aún por descubrir las mariposas marinas pero ya se cuentan historias
de quien las ha visto. Una mariposa bajo el agua produce con su aleteo
burbujas de colores que describen círculos que forman tubos que buscan
cubos... y no hay nada parecido. Si ves volar a una mariposa bajo el agua
te pegas un trago de mar que pa qué, puesto que no hay nadie que no se
quede boquiabierto.

También hay mariposas tímidas, son las de los más intensos colores pro
no te miran a los ojos.

Las mariposas son las musas de la brisa y las ganas de los niños. Al
principio sólo había mariposas... y al resto de las cosas... les dio por soñar.