sábado, 12 de marzo de 2011

LOS POZOS DE LA JARICA

Los pozos de la Jarica se aparecen en mi memoria sobre las ruedas de mi Orbea, una bici sin frenos ni guardabarros, de un verde amarillento imposible de camuflar. Miguel Ángel y Víctor eran mis compañeros de descenso de terraplén a lo loco, un corto no camino desde la carretera hasta el primer pozo, hay dos, con un desnivel del 50%... de media.
Fue ahí donde aprendía a tirarme de cabeza y aún recuerdo el sitio exacto de mi primer lanzamiento, tras el cual todos nos dimos cuenta de que ya no me daba tiempo para triunfar en Sidney 2000, a pesar de que aún no habíamos llegado a 1984.
La vuelta era de lo más curioso: Cuando escuchábamos al autobús subiendo de Ayódar, en aquel entonces pitaban, y mucho, en cada curva, subíamos a toda prisa y monte a través hasta la carretera, cogíamos las bicicletas anteriormente escondidas en un bancal y nos poníamos a empujarla cuesta arriba, visiblemente agotados, cuando, oh casualidad, el autobús paraba a nuestro lado.
El conductor era Eugenio (Gil) y el cobrador Miguel (Bonachi), ambos encantadores y uno de ellos con una mala ostia digna de resaltar. Al abrirse las puertas Miguel, que siempre nos llamaba “nens”, nos invitaba a subir las bicis al bus y acercarnos hasta el pueblo con la excusa del insoportable calor del pleno Agosto. Desde luego que era una proposición que no podíamos rechazar.
Gente como Eugenio y Miguel le ponen cara a los que se terminan recordando como buenas personas.

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